Cómo crítico es realmente un placer o una satisfacción cuando vemos una obra otra vez y nos sigue movilizando, "El cuarto de Verónica" en su tercera temporada, logró ese efecto en mí. La presencié en el 2019, paradójicamente antes del horror de una pandemia; esta pieza de género en aquel momento era una novedad, pues aún lo sigue siendo, no hay muchas obras que se le acerquen o parezcan. El autor de esta escalofriante pieza es garantía de suspenso y toda una atracción en sí mismo, Ira Levin, hacedor de uno de los textos inmortalizados en una película de culto de 1968 como "El bebé de Rosemary", dirigida por otro "monstruo", Roman Polanski.
Debo resaltar que el resultado de la atmósfera lograda tiene que ver principalmente con el muy destacado trabajo en la parte actoral, el texto de la obra es complejo y las situaciones o climas van cambiando. Encabezada por una Silvia Kutika en un rol diferente a los que viene realizando, resultando uno de los papeles más jugados y logrando una interpretación muy llamativa; el personaje que realiza se va transformando en el devenir de la puesta y demanda de ella una interpretación que va desde lo interno hasta explotar en un final digno de aplausos. Otra revelación es Fernanda Provenzano, si bien su carrera es muy nutrida en todos los aspectos (desde dramaturgia hasta dirección), también con unos de los personajes más desafiantes la rompe en escena; su actuación, al contrario de Silvia es visceral desde el comienzo, desde una inocencia alegre hasta la paranoia y el horror final, excelente trabajo. Fabio Aste, quién nos tiene acostumbrados a trabajos impecables, aquí también se anima al "terror", su actuación se va matizando según avanza la obra y logra un gran trabajo. Por último y no por ello menor, el productor ejecutivo y quién soñó en traer la obra, Adrián Lázare, también afianzado ya en su papel, es el único actor que repite las temporadas, es magnético en su pasar; pronto estrena una obra que dará mucho que hablar, AFTERGLOW, de esta manera sigue jugándose por un teatro diferente.
No voy a adelantar ningún detalle de la trama, pues, ahí radica la riqueza de esta, será el espectador quién entre en el cuarto de Verónica, para descubrir lo que allí se oculta.
No quiero dejar pasar un excelente trabajo en la iluminación de Yanina Eiras y la musicalización de un experto, Martín Bianchedi, estos aspectos son fundamentales y elevan las propuestas de este y cualquier otro género.
Virginia Magnago logró dirigir muy bien, reitero, un tipo de teatro que no mucho se transita y es una novedad para el espectador, ávido de nuevas experiencias.
"El cuarto de Verónica" tiene todos los ingredientes para que atraiga y funcione, por mi parte podría seguir viéndola, con un gran trabajo interpretativo logra su cometido, generar un clima tenebroso y de misterio.
GUSTAVO SCUDERI