Por estos días se suceden varios festejos, el aniversario de 150 años del teatro Liceo (una de las salas más longevas de Latinoamérica), su reapertura luego de su restauración y reacondicionamiento, y que mejor que hacerlo con una obra que provocó todo un suceso en él, "Piaf". Esta pieza de Pam Gems, fue un éxito de taquilla en el 2009 con ocho meses de localidades agotadas, agolpándose la gente para lograr conseguir una entrada, transformándose en una joya teatral también por diversos motivos.
Lo primero y principal que llama la atención de esta pieza es que, los productores asumieron el riesgo de traerla con el mismo corte y puesta con las que se presentó en Londres; incluso con la misma, contundente y rotunda protagonista, la inmensa Elena Roger, quien recibiera el preciado Olivier por esta inolvidable representación.
En otras palabras, la puesta primero tuvo su levantada de telón fuera de Argentina, que de hecho tuvo varias “versiones” en un comienzo, pero la definitiva sin lugar a dudas es la musicalización del texto de Pam del joven director Jamie Lloyd quien, por supuesto, generó una puesta muy londinense; la misma ha sido respetada hasta tal punto en Argentina que, por ejemplo, los cortes guillotina entre escenas no le dan posibilidad al espectador del tan deseado y merecido aplauso. Su mirada minimalista, sombría y austera, con casi nada de elementos de utilería sirve para plasmar la trágica vida que tuvo esta icónica cantante, no hay lugar para el olvido, todo está plasmado en escena, sus comienzos, sus amores, sus deseos y pérdidas, claramente una vida muy difícil aún en su apogeo. Es admirable cuando cambian épocas o vestuarios en escena, lo hacen con una meticulosidad asombrosa, notándose un trabajo en equipo y cuidando a lo mejor de la obra que, claramente, es Elena Roger.
Elena logra una compenetración que hechiza al espectador, su perfomance es magnética y magnífica, Piaf se encarna en ella en una labor jugada, comprometida y muy emotiva. Entrega todo su cuerpo y mente, varía de emociones, su presencia es constante en las casi dos horas que dura la obra. Ya sabíamos de su calidad interpretativa, venía de un éxito cómo Evita, aquí los más buscadores o detallistas ya conocíamos de su talento, pero Piaf logró que Elena popularice su oficio, galardonado en el exterior.
En cuanto al grupo que la acompaña es prácticamente el original, con solo algún cambio en el elenco, cómo el desafío de Nacho Pérez Cortés quien evidencia cuanto ha crecido, notándoselo muy firme y demostrando todo lo que puede dar y lo completo que es; nada fácil habrá sido para él, subirse a este monstruo y hacerlo con soltura. Las inconmensurables Julia Calvo y Natalia Cociuffo en cada intervención la rompen, conociendo el texto, elevan la puesta. Ángel Hernández, otro joven talentoso que no se deja intimidar por la puesta y cuyas intervenciones son claramente destacables. Pero reitero, todo el elenco es homogéneo y apunta hacia arriba cimentando la labor consagratoria de Elena: Diego Jaraz, Rodrigo Pedreira, Federico Llambí, Eduardo Paglieri, Iván Espeche, Romina Groppo, Martín Andrada y Gustavo Guzmán, cada uno de ellos muy convincentes y compenetrados con la puesta.
Con una dirección musical de Nestor Ballesteros muy precisa y sin fisuras, ejecutada por los músicos Carlos Britez y Gabriel Abramovici , una escenografía de Soutra Gilmour y su asociada Julieta Ascar, la necesaria y acertada para la visión del director, la pieza descolla en la cartelera por la perfección de su factura.
"Piaf" no es uno de esos musicales que a uno le altera la energía buscando la diversión a través de la risa, este emociona fuerte desde lo visceral, entre otras cosas gracias al claro-oscuro de una estrella que nunca consiguió creerse que lo era. Por supuesto al término de la misma Elena junto al elenco es ovacionada y no es para menos, les aconsejaría saquen sus entradas, pero ya se encuentran agotadas, inclusive antes de su estreno, esta vez por una temporada acotada. Ojalá pueda seguir levantando su voz el gorrión de París por más funciones, igualmente no dejen de probar, alguna posibilidad siempre aparece y no tendrán que lamentarse por habérsela perdido.
GUSTAVO SCUDERI